
Los cuatro ganaderos del concejo de Ribadesella que aún tienen cultivos de maíz en La Mediana han salido al paso de las críticas y defienden los controles de población de jabalí que está llevando a cabo el Principado en el refugio regional de caza. Aseguran que se trata de una medida preventiva que pretende proteger sus cosechas en esta época del año en la que están sembrando sus huertas. “Porque si no te da tiempo a cerrarlas con alambre electrificado, en una noche te sacan todo el maíz, te comen todo el grano”, aseguró Francisco Aramburu.
Otro de los afectados perdió en una sola noche alrededor de una hectárea y media de sembrado, quince mil metros cuadrados repletos de granos de maíz. Y durante el cierre perimetral de la misma finca después de la resiembra, vieron una manada de veinte jabalís que regresaban en busca de mas alimento, “porque hay tantos que no hay comida para todos”. Estos ganaderos lamentan la situación y creen que, si no mejora, tendrán que abandonar La Mediana, “una zona privilegiada para la siembra de maíz”. Aramburu también sembraba en Bones y en La Peridiella y tuvo que dejar de hacerlo “porque el año pasado me lo arrasaron todo”.
No les compensa seguir así. La siembra de una hectárea de maíz cuesta en la actualidad alrededor de 1.200 euros, pero las indemnizaciones tras una tasación por daños suelen rondar los 650 euros, “que recibes dos o tres años después de la denuncia”. A ello hay que añadir el coste del cierre perimetral de las fincas y el control continuo de los mismos. De hecho, tras las últimas denuncias de los daños, la guardería acudió a sus fincas para valorarlos y fue cuando el Principado decidió organizar controles de población en La Mediana para reducir la densidad de jabalí, medida con la que están completamente de acuerdo. “Me da igual que los maten los cazadores del coto o la guardería del Principado, pero en La Mediana no puede haber esa cantidad de jabalís alimentados por nosotros, los únicos damnificados de esta situación”, añadió Aramburu. También pidió al coto local que aumente los cupos de cada cacería, que en lugar de dos autoricen cuatro o cinco para evitar la actual superpoblación.
Por último, Francisco Aramburu aclaró que los ruidos que algunos vecinos escucharon durante noches pasadas, “no eran tiros, sino los petardos que yo lanzaba para intentar ahuyentarlos, aunque tampoco sirve para nada”. Incluso han entrado en fincas mientras trabajan los tractores o en otras protegidas con alambre electrificada a 6.000 voltios. “Ni se asustan”, puntualizó. Según explicó, la guardería realizó un control durante una noche y “mataron tres o cuatro”. Al día siguiente volvieron, “pero tras tener un altercado con cazadores, no regresaron mas. Así que los tiros que se escuchan son petardos, ya que los guardas suelen utilizar armas con silenciador”, concluyó.
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