Que diez amigos acumulen dos décadas de convivencia, reuniéndose una vez al año en torno a una mesa no parece fácil, más bien parece una quimera. Pero en Ribadesella eso es posible gracias a la magia del zumo fermentado de la uva, gracias al milagro del vino.
Los diez integrantes de la cata anual de La Huertona volvían a reunirse esta semana para dar cuenta a su ya tradicional cita a ciegas con el néctar de la uva. Después de veinte años de ritual, los diez estaban tan nervioso como el primer día. Y es que hay mucho en juego. La honra de colocar tu botella en lo alto de la estantería.
Cada catador aporta su botella. Nunca debe superar los 15 euros de precio en tienda, aunque este año hubo libertad de precio debido al veinte aniversario de esta cita vitivinícola. A partir de ahí, cada botella se sirve en decantador y sin nombre para que cada probar la valore sin prejuicios de ningún tipo.
Este año, en esta edición tan señalada, el caldo ganador fue el aportado por Miguel Angel Rosete. En concreto, un Ribera del Duero Malabrigo. Por ese motivo, su botella se incorporó al podio, se subió a una vitrina que pronto será renovada para dar cabida a las vencedoras en futuras ediciones. Porque después de veinte años haciendo esta cata a ciegas hay que abrir hueco para los futuros tarros de esencias.
Otra tradición de la Cata de La Hurtona pasa porque el mismo Miguel Angel Rosete, autor del Romancero de Cayarga, suelte tras la cena una de sus coplillas, “de nulo valor literario, facilona y recurrente, pero de enorme valor sentimental”. En la de esta edición se acordó de aquellos que algún día formaron parte de La Cata, pero por diferentes razones la fueron dejando.
A día de hoy continúan dos de la primera cuadrilla, el riosellano Luís Pablo González y el llanisco Javier Garaña. Y junto a ellos, los ovetenses Vital Hevia y Joaquín González. El gijonés Adolfo Prieto. El madrileño David Diago, que viajó a Ribadesella solo para participar en la degustación. Y los riosellanos Luís Argüero, Pedro González, Luís Manuel Suárez.
Como asistente, Felipe Alvargonzález y como anfitriones José Manuel Viejo y Rosa Ruisánchez que este año, por tratarse del veinte aniversario, invitaron a la cena. Ellos también fueron debidamente correspondidos con varios obsequios relacionados con su perrita Flora, protagonista también de esta sagrada vinificación.