Ribadesella llora la muerte de uno de sus entrañables paisanos, Antón El Campaneru de Moru. José Antonio Martínez Somoano falleció en la jornada de ayer a los 94 años de edad en la Residencia del Cuera, donde ha disfrutado de los últimos meses de su longeva vida. El funeral de despedida será esta tarde de jueves, a las seis, en la iglesia parroquial de El Carmen (Ribadesella).
Antón aprendió el oficio de campaneru durante la niñez, al igual que otros muchos chavales de su edad. Lo heredó de su padre e incluso de su abuela. Más tarde emigró al Uruguay, donde vivió 40 años, conservando hasta el último de sus días el acento che de aquellas tierras. Tras su regreso a la casa de Sotu en el año 2002 asumió con orgullo la dirección de los dos bronces que cuelgan de la espadaña de la iglesia de Moru, donde se bautizó en 1929, haciéndolos sonar y repicar todos los días de la semana.
Este riosellano emigró a Uruagua en 1962. Allí trabajó en una imprenta de la UNESCO, en un centro de cooperación científica para la América Latina y el Caribe. Tenía a siete personas a su cargo y se dedicaba a imprimir los libros que le encargaban para esa Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura.
Martínez Samoano ha formado parte de la Asociación Cultural Iglesia de Moru, colectivo que impulsó y culminó la reconstrucción del templo, en ruina desde la guerra civil española. En abril de 2018, coincidiendo con el repique simultáneo de campanas promovido en toda Europa a favor de su declaración como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, la asociación quiso rendirle homenaje. Ese día, la presidenta Ana Fernández (foto inferior), le agradeció su dedicación desinteresada como campaneru y entregó una placa conmemorativa en reconocimiento a su labor, agradecimiento que los asistentes reconocieron con una ovación general en el mismo templo de Noceu.
Ana Fernández y Antón Martínez Somoano
