La iglesia de San Salvador de Moru (Noceu-Ribadesella) es un caso único en España. La fiesta organizada este sábado por los vecinos de la parroquia para celebrar el final de diez años de restauración y rehabilitación ha servido para conocer que sus pinturas murales del siglo XVI fueron pintadas por monjes franciscanos y conservan un santo entierro único en España. Se trata de la dormición, posterior traslado y asunción de la Virgen María, un misterio mariano que incluye una escena final, casi desaparecida, dedicada a los milagros de María.
Según José María Hevia Alvarez, teólogo y científico asturiano experto en iconografía sacra, la historia de la iglesia de Moru no acaba con el final de su restauración, “porque aún le queda mucha andanza”. Para empezar, Hevia despejó las dudas existentes sobre los posibles autores de sus pinturas murales. Teniendo en cuenta que en el frontispicio del altar destaca un escudo con cinco llagas, “las sospechas nos llevan a pensar que sus autores pudieran ser franciscanos”. Unas pinturas que se realizaron después del Concilio de Trento, en la segunda mitad del siglo XVI y que incluyen varias referencias a Alberto Durero, artista del Renacimiento mas famoso de Alemania.
Pero es que además, según confirmaron varios expertos de la Universidad de Colonia (Alemania), la pintura que se sitúa justo debajo del mencionado escudo representa el santo entierro y tránsito de la Virgen María. La primera escena, La Dormición, está prácticamente desaparecida porque en su lugar se abrió una puerta de acceso al cementerio de la parroquia. La segunda, mucho mas visible, representa el cortejo funerario con el cuerpo de la Virgen y en ella se incluye el intento de profanación protagonizado por un judío y su gloriosa recepción. La tercera, La Asunción de María, acompañada de cuatro ángeles. Y la cuarta y última, muy desaparecida, los milagros que se sucedieron durante el tránsito de la Virgen, la curación de los enfermos o liberación de los endemoniados.
Estas revelaciones artísticas se hicieron públicas durante el acto inaugural de la última fase de restauración de las pinturas de Moru, las que se escondían en la bóveda de su altar mayor bajo capas de cal, sales y musgos. La figura principal, la del Cristo Pantocrátor sobre el globo del mundo y rodeado de las estrellas del cielo, el sol y la luna. “Una referencia clara a la eternidad, sellada en este caso por el Evangelio, por la presencia de los cuatro evangelistas y sus correspondientes símbolos”, explicó José María Hevia. Es decir, la impresionante imagen del Cristo Juez, del Cristo Salvador, rodeada por Mateo (Angel), Marcos (León), Lucas (Toro) y Juan (Aguila). Una escena que los vecinos de la parroquia han bautizado con el nombre de El Cielo de Moru.
El acto inaugural contó con la presencia de la directora general de Patrimonio Cultural, Otilia Requejo, que tuvo unas palabras de agredecimiento a la “magnífica labor” realizada por la restauradora, Natalia Díaz-Ordóñez Melgarejo y su equipo de colaboradoras, integrado en esta última fase por Cándida Bermejo Palomino, Cristina Hidalgo González, Patricia López Sierra, María Menéndez Iglesias y Claudida López Rodríguez. La alcaldesa de Ribadesella, Charo Fernández, destacó el “gran mérito” de la Asociación Cultural Iglesia de Moru en general y de su presidenta, Ana Fernández, en particular. Y esta última destacó que los diez años de restauración han sido posibles gracias a “un puzzle de colaboraciones y muchos apoyos culturales”.
Entre estos últimos, los que ayudaron a vestir con música y palabra la fiesta de este sábado. Por un lado, el Coro La Flor de Pola de Lena y por otro, la joven intérprete local, Clara Muñoz Mier, que con su flauta travesera trasladó a todos los presentes a una sesión musical del siglo XVI acompañada por un poemario leído por José Luís Díaz Bermúdez. La celebración se cerró con un aperitivo popular en las antiguas escuelas de Nocéu en el que fue sorteado el cuadro donado para la causa por Pepe Zapico, una magistral representación del mercado semanal de Ribadesella titulada ‘Miércoles’. “Una pintura que ayuda a recuperar otra pintura”, destacó Ana Fernández.
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